Hoy se celebra el Día Mundial de las Ciudades, que con el lema «A mejor ciudad, mejor calidad de vida», está dedicado este año a llamar la atención sobre la necesidad de «Construir ciudades sostenibles y resilientes». En los últimos años, el mundo ha experimentado un crecimiento urbano sin precedentes, pero no ha sido más que el principio. Según las estimaciones de Naciones Unidas, en 2015, cerca de 4.000 millones de personas (el 54% de la población mundial) vivía en ciudades y ese número aumentará hasta aproximadamente 5.000 millones para 2030.
La civilización y la política son frutos de la ciudad. En ella nacieron y gracias a ella existen. Como dijo el gran humanista quiteño Eugenio Espejo “la ciudad no consiste en las casas, los pórticos, ni las plazas públicas: los hombres son los que la forman”. Si la naturaleza es obra de un creador o de una fuerza cósmica, las ciudades son la obra de una suma de voluntades. Son la creación de los hombres civilizados, que han dejado atrás el estado salvaje para buscar las mejores formas de vida en común. Son hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia, productividad, desarrollo social y mucho más. Las grandes urbes impulsan el progreso social y económico, pero plantean también complejos problemas medioambientales y de gestión de recursos e infraestructuras.
Naciones Unidas designa días mundiales precisamente para señalar retos globales y para mostrar el camino a los Estados, indicando algunas acciones que se podrían adoptar para solucionar problemas o afrontar retos. Estos días mundiales sirven también para conocer cuánto interés despierta cada asunto. Buena prueba de ello es comprobar que los grandes problemas son los que más atención atraen y más difusión consiguen, como el día mundial del Agua, o el de la Mujer.
Este día Mundial de las Ciudades hace este año especial hincapié en la sostenibilidad y la resiliencia. Desde 2008, en torno a 220 millones de personas han sido víctimas directas de desastres naturales. Y las pérdidas económicas que estos desastres han causado en los diez últimos años han sido estimadas por Naciones Unidas en un billón (millón de millones) de dólares. Y no solo el cambio climático amenaza a las ciudades, también los conflictos, los desastres naturales o los fracasos de los sistemas de gobierno y el estrés económico.
Pero uno de los principales problemas que van a tener que solucionar las ciudades si quieren seguir siendo el centro de la civilización durante los próximos años y décadas son los derivados de poder garantizar a sus habitantes el suministro de agua.
Las ciudades no podrían existir sin agua. De hecho, las ciudades se inventan alrededor del agua y de los ríos, como El Nilo en Egipto o el Tigris y el Éufrates en Mesopotamia. Los ríos, el agua, son la primera expresión de la civilización, antes incluso que el arte o la literatura. En Florencia fue antes el Arno que los Uffizi.
Muchos son los problemas a los que se enfrentan las ciudades modernas: contaminación, movilidad, vivienda, sanidad. Pero ninguno tan grave, tan determinante como el del suministro de agua. En los últimos años y especialmente en los últimos meses la angustiosa situación de grandes ciudades a punto de ahogarse por falta de agua se ha convertido en noticia. Quizá el caso más llamativo fue el de Ciudad del Cabo.
La situación de la ciudad tal vez más desarrollada de África llegó a ser realmente desesperada y tuvo que reducir el suministro de agua a 50 litros por persona y día. Estas medidas drásticas y la providencial llegada de las lluvias permitieron evitar el corte total el pasado mes de mayo. Pero la amenaza sigue presente, aunque haya sido aplazada a 2019. Buena culpa de la situación no la tiene solo la sequía, también los políticos, la mala planificación y el gran crecimiento de la población, que se ha multiplicado por dos en las últimas tres décadas. Unos años en los que no ha habido inversiones en infraestructuras y las fugas son de casi el 40% del agua.
Pero el caso de Ciudad del Cabo es sólo la punta del iceberg. En un planeta formado principalmente por agua, más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a agua potable y a otros 2.700 millones les falta por lo menos un mes al año. Un estudio de Naciones Unidas sobre las 500 ciudades más grandes del mundo ya estimaba en 2014 que una de cada cuatro de esas grandes urbes se enfrentan a situaciones de estrés hídrico.
Y si vamos a repasar la lista de las que se enfrentan a situaciones más graves, muchos podrían sorprenderse. Hay ciudades de todos los continentes, muchas de ellas están entre las más pobladas del mundo, varias pertenecen a países muy desarrollados y con muy altas rentas per cápita y algunas se asientan junto a los ríos más caudalosos del planeta: Sao Paulo, Bangalore, Pekín, El Cairo, Yakarta, Moscú, Estambul, México DF, Londres, Tokio o Miami son algunos ejemplos.
Los motivos, las causas que ponen a estas grandes capitales bajo inminente amenaza son varias, pero se repiten: periodos de sequía por el cambio climático, falta de planeamiento e inversión, crecimiento de la población, infraestructuras anticuadas, contaminación, subida del nivel del mar, agotamiento de los acuíferos subterráneos y falta de infraestructuras de reciclaje.
Como podemos darnos cuenta al repasar esta lista, nos enfrentamos a un problema global. Es una amenaza que ya se ha detectado hace años y son varias las iniciativas y acuerdos internacionales que se han ido adoptando, especialmente en los últimos años. Estos acuerdos van a marcar la agenda mundial y la hoja de ruta de la comunidad internacional a la hora de afrontar los objetivos de desarrollo en los próximos años.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de París sobre el cambio climático, la Cumbre Humanitaria Mundial o la Agenda para la Humanidad del Secretario General de Naciones Unidas son algunos de los acuerdos mundiales que tratan de poner solución a este problema.
Y algunos ya se han puesto manos a la obra, y son actores que necesariamente deberán jugar un papel protagonista en este cambio de modelo y de paradigma. Me refiero a compañías que acumulan décadas de experiencia en la gestión y el tratamiento de agua, volcadas desde hace décadas en la gestión, el suministro y el tratamiento de agua en las ciudades. Algunas de estas empresas, demostrando una gran visión de futuro, se han dado cuenta también de que para garantizar el suministro de agua en las grandes ciudades hay que actuar sobre la agricultura, la gran consumidora de este recurso, y participar y aportar su experiencia para la mejora de los suministros de agua en este sector.
En España tenemos buenos ejemplos con nuestras grandes empresas de gestión del agua como Agbar y Canal de Isabel II. Aguas de Barcelona va a ser pionera dentro del grupo multinacional Suez al que pertenece, en este cambio de enfoque hacia la agricultura. Estos desafíos globales sumados al compromiso que el grupo Suez siempre ha demostrado con la sociedad y con el desarrollo sostenible, le ha hecho dar un valiente paso adelante para el que además se siente preparado, ya que, aunque como decía su foco está ahora en el suministro urbano, tiene también una amplia experiencia acumulada en la gestión de infraestructuras de regadío, pozos, acuíferos y todo el ciclo integral del agua, incluyendo la gestión de residuos.
Recientemente, el presidente ejecutivo de Aguas de Barcelona, Angel Simón, ha puesto de relieve la importancia de la anticipación y la diversificación en la empresa en una conferencia en Madrid, que pronunció bajo el título “Del smart city al smart agriculture: impulsando el desarrollo sostenible en la era digital”.
Por su parte, Canal de Isabel II es pionera en la aplicación de la innovación en la gestión y el suministro del agua. Su esfuerzo innovador durante los últimos años ha dado sus frutos en una importante cartera de proyectos y convenios de I+D+i en campos como el aseguramiento del equilibrio entre disponibilidades y demandas, la continuidad estratégica del servicio, la gestión de infraestructuras, el agua de consumo y la salud o la integración ambiental y la sostenibilidad.
Garantizar el desarrollo sostenible de las ciudades va a requerir, y así lo subraya Naciones Unidas, la cooperación entre el sector privado y el público como elemento básico, y también establecer una relación directa con los ciudadanos, es decir pasar de la participación público-privada a la participación público-privada y personas.
Estos de Canal de Isabel II y Aguas de Barcelona, con modelos distintos pero orientados a la sostenibilidad, son buenos ejemplos de hacia dónde deberían ir enfocando sus esfuerzos las compañías de gestión de agua. Los retos son formidables, el futuro es tremendamente retador y hay que ponerse en marcha. Tenemos que seguir escuchando a nuestros ríos, entender lo que nos dicen y poder así garantizar un futuro para nuestras ciudades, pero sobre todo para quienes las habitan.
Diego Jalón